A la nueva Carabela del Colegio San Pablo
Frente al puerto y antes de tomar una importante decisión, la niebla que veo delante de mí por primera vez en mi vida me hace saber lo que dejo y a la vez no saber ni pueda imaginar aquello con lo que me encontraré.
Me ofrecen un encargo de responsabilidad: llevar esta nave hacia una ruta que ninguno sabe… Por ello, a mi edad, a mi media vida, en esta mi condición de inestabilidad precaria, me distraigo pensando, confundido… hipnotizado por las aspas de un ventilador de techo, dando vueltas en mi cama, caminando con paso pesado dentro de mi habitación, cálida y húmeda de un puerto cuyo nombre no recuerdo, y no se cuál será la decisión que tomaré.
Preocupado, miro el fondo de mi taza de café y sus designios confunden el dónde y el cómo… Por primera vez se qué es la nostalgia, la conmoción. En mi maleta solo hay trapos sucios del navegar en travesías anteriores, por cada trapo hay un puerto y por cada puerto tengo en mi cabeza una canción. Es dulce estar en el mar cuando son los otros en llevar la dirección, sin preocupaciones, solamente hacer eso que me digan que hay que hacer y columpiado por las olas nocturnas soñar… mi madre... el mar…
Me ofrecen un encargo de responsabilidad: me han dicho que una nave necesita un comandante, me han dicho que la paga es interesante y que la carga es secreta e importante. El pensamiento de la responsabilidad se torna de pronto pesado. Es como saltar al otro lado de la fosa que me divide en los tiempos inescrupulosos jóvenes y despreocupados de un pasado que ya es pasado y saltar hacia el tiempo indefinido de aquello que significa ser adulto. Frente a mí, la niebla esconde la respuesta a mi miedo: ¿qué seré? ¿dónde me conducirá mi naturaleza? El rostro de mi padre toma forma en el espejo: el joven y yo viejo, sus palabras retumban en mis oídos: “la vida no es fácil, es importante el sacrificio, un día te darás cuenta y me dirás que tengo razón” Llega el día en que debo tomar una decisión.
Y es hoy: un día de monzón, con el viento revoloteando en varias direcciones, mirando el cielo tengo una sensación de opresión. A mi edad se sabe cómo se era, pero no se sabe dónde se irá, qué serás… es mucha la responsabilidad que se tiene en el encuentro con los seres humanos que viven a tu lado… seguro haré y diré cosas que para bien o para mal influirán definitivamente en sus vidas. Y a través de este vidrio veo que el mundo es como un tablero de ajedrez, donde cada movida que yo hago puede cambiar el juego entero y tengo miedo de ser tragado y tengo miedo también de tragar. Me pierdo en las lecturas, libros de sabiduría, filosofía y el Evangelio, la astrología que me cuenta el cuento del cielo, cabalgo en busca de un ser como yo, un mí mismo, con quien poder dialogar, pero esta línea de sombra no me deja encontrar
Me ofrecen un encargo de responsabilidad: no se qué es coraje: asumir y hacerme cargo de todo o escoger el camino de la fuga… o enfrentar esta realidad difícil de interpretar, pero bella de explorar, probar imaginar que seré luego de haber atravesado el mar llevando esta carga importante a destino, ¿dónde estaré en la próxima travesía?
Me ofrecen un encargo de responsabilidad: mañana iré al puerto y les diré que estoy listo para partir, subiré mi equipaje, en el mar estudiaré las cartas de navegación, y esperaré con la brújula saber por dónde se va, cuándo se sale. Y cuando estemos listos diré: leven el ancla, derecho, adelante! Ésta es la ruta, ésta es la dirección, ésta es la decisión.
Frente al puerto y antes de tomar una importante decisión, la niebla que veo delante de mí por primera vez en mi vida me hace saber lo que dejo y a la vez no saber ni pueda imaginar aquello con lo que me encontraré.
Me ofrecen un encargo de responsabilidad: llevar esta nave hacia una ruta que ninguno sabe… Por ello, a mi edad, a mi media vida, en esta mi condición de inestabilidad precaria, me distraigo pensando, confundido… hipnotizado por las aspas de un ventilador de techo, dando vueltas en mi cama, caminando con paso pesado dentro de mi habitación, cálida y húmeda de un puerto cuyo nombre no recuerdo, y no se cuál será la decisión que tomaré.
Preocupado, miro el fondo de mi taza de café y sus designios confunden el dónde y el cómo… Por primera vez se qué es la nostalgia, la conmoción. En mi maleta solo hay trapos sucios del navegar en travesías anteriores, por cada trapo hay un puerto y por cada puerto tengo en mi cabeza una canción. Es dulce estar en el mar cuando son los otros en llevar la dirección, sin preocupaciones, solamente hacer eso que me digan que hay que hacer y columpiado por las olas nocturnas soñar… mi madre... el mar…
Me ofrecen un encargo de responsabilidad: me han dicho que una nave necesita un comandante, me han dicho que la paga es interesante y que la carga es secreta e importante. El pensamiento de la responsabilidad se torna de pronto pesado. Es como saltar al otro lado de la fosa que me divide en los tiempos inescrupulosos jóvenes y despreocupados de un pasado que ya es pasado y saltar hacia el tiempo indefinido de aquello que significa ser adulto. Frente a mí, la niebla esconde la respuesta a mi miedo: ¿qué seré? ¿dónde me conducirá mi naturaleza? El rostro de mi padre toma forma en el espejo: el joven y yo viejo, sus palabras retumban en mis oídos: “la vida no es fácil, es importante el sacrificio, un día te darás cuenta y me dirás que tengo razón” Llega el día en que debo tomar una decisión.
Y es hoy: un día de monzón, con el viento revoloteando en varias direcciones, mirando el cielo tengo una sensación de opresión. A mi edad se sabe cómo se era, pero no se sabe dónde se irá, qué serás… es mucha la responsabilidad que se tiene en el encuentro con los seres humanos que viven a tu lado… seguro haré y diré cosas que para bien o para mal influirán definitivamente en sus vidas. Y a través de este vidrio veo que el mundo es como un tablero de ajedrez, donde cada movida que yo hago puede cambiar el juego entero y tengo miedo de ser tragado y tengo miedo también de tragar. Me pierdo en las lecturas, libros de sabiduría, filosofía y el Evangelio, la astrología que me cuenta el cuento del cielo, cabalgo en busca de un ser como yo, un mí mismo, con quien poder dialogar, pero esta línea de sombra no me deja encontrar
Me ofrecen un encargo de responsabilidad: no se qué es coraje: asumir y hacerme cargo de todo o escoger el camino de la fuga… o enfrentar esta realidad difícil de interpretar, pero bella de explorar, probar imaginar que seré luego de haber atravesado el mar llevando esta carga importante a destino, ¿dónde estaré en la próxima travesía?
Me ofrecen un encargo de responsabilidad: mañana iré al puerto y les diré que estoy listo para partir, subiré mi equipaje, en el mar estudiaré las cartas de navegación, y esperaré con la brújula saber por dónde se va, cuándo se sale. Y cuando estemos listos diré: leven el ancla, derecho, adelante! Ésta es la ruta, ésta es la dirección, ésta es la decisión.