A propósito del veto impuesto a Jon Sobrino, Teólogo de la Liberación
ECLESALIA, 20/03/07.- No se dónde está la verdad, y como no tengo estudios oficiales de teología parece ser que no puedo deducirla, de modo que como buen católico no me queda más remedio que aceptar la que me ofrece la jerarquía, no vaya a ser que piense, sienta o viva algo diferente a la doctrina oficial.
Así que cuando quiera saber sobre el amor y en especial el matiz del amor cristiano, leeré aquél impecable documento teológico que me deja frío como una piedra, en vez de acudir a la gente que me transmita amor vivido y misericordia experimentada, gente que deja la vida por los demás.
Cuando quiera entender más y mejor al Jesús de los pobres, me iré al catecismo oficial aprobado en el palacio del Vaticano.
Tendré que desechar la imagen que nos da Jon Sobrino, de ese Jesús identificado con los pobres, la imagen de un Jesús cercano que me calienta el corazón. De un Jesús que no nos deja mirar hacia otro lado ante la injusticia de los pobres y nos anima a actuar según el principio de misericordia. A pesar de que esa imagen de Jesús me haya “convertido” en un cristiano más maduro, comprometido y más creyente.
A pesar de que mi corazón vibre y salte de alegría como el de Zaqueo con el encuentro del Jesús que me presenta Jon Sobrino. Ese Jesús sí lo entiendo, lo siento resucitado y me encaja con el evangelio, no tengo que hacer cuarenta piruetas intelectuales para justificar la esquizofrenia evangelio-Iglesia.
Pero ya digo que a lo mejor es que no se suficiente teología.
Así que a partir de ahora, para no equivocarme mantendré cerrados mis ojos, mis oídos, mi sentido común y no haré caso a mi corazón. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Joaquín Autrán jautran@ole.com
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